domingo, 25 de octubre de 2009

Verso y prosa a la visión

Y quien mira a la acera
No encuentra sino palabras inciertas,
Y quien echa ojo a los laterales
No encuentra visiones fiables,
Y quien contempla la vastedad del cielo,
No halla sino inferioridad y miedo.

¿A dónde miramos ahora, entonces? Si no encontramos la verdad, en los puntos que la rosa náutica define, entonces solo el centro será la única entrada, y la salida augural al templo de los estratos...



domingo, 18 de octubre de 2009

Conciencia natura

No vivía sino de ilusión. Un pequeño niño descansaba a la sombra del árbol de copa redonda. Al ras del viento, los vellos silvestres corrían hasta lamer el dorso del niño. Volaban las aves con cantos alaridos, como notas, a distintos tonos y silbidos. Y qué bella proeza que se rendía a lo alto, donde círculos formaban las aves alrededor del sol diurno. Carencia de sonidos, silente armonía, con gritos y gemidos de la natura, son propias de ese estadio, en que el niño se privaba de la industria, de la urbe, de la familia, para, como en el desierto, guardarse un rato a solas. Pues solito se adormilaba, con esa mirada penetrando las uñas colgadas del ramaje. Y es cierto que descansando a la iluminación se llega, y sobre todo, si en contacto se está con el cosmos, sintiendo los alaridos y los gemidos de sensación existencial. Así, pues, no hay accidente que justifique, o al niño, o a ti o a mí, como dicen muchos ateos; somos, en realidad, significados aquí en este significante divino, no por azar, o cuestión causal, no estamos privados de razón, pues la base somos de este lugar, la voluntad que remueve las bellotas y engendra nuevos árboles. Y es que alegre ha de estar el niño, como sabemos, alejado de cuanto le rodeaba, para sentir este instante de paz, de armonía, de profunda intuición, sino de alegría, y Conciencia: definiéndolo a éste, claro, como el hecho de estar en el presente. No concepto que religiones patanes (los sacerdotes) o políticos frustrados (los docentes) usan para hacer mención al espacio que distingue y elige entre el bien y el mal. Conciencia para ellos es moral, o en sentido estricto, ética. Y no compartamos esta idea que carente de sentido está, que resultó de ideales pasados y que en estos momentos no tiene vigencia alguna. Por vez primera el niño, como herramienta alegórica, usó su ser auténtico para captar el instante en que nacía y moría en pos de su respirar, sentir el aire escapando de sí mismo, y la luz calcinando bacterias y creando unas nuevas. Por ello, no importante es la relación del pasado, de cuanto dice la ciencia, la moral, y, sobre todo, la religión, sobre el espíritu y la santidad que hemos de alcanzar. Para el niño, profunda sabiduría privada de conocimientos, supo que vivir en el presente es el verdadero sentido de existir. Es, sin duda, la iluminación.

La industria


Enciendan las calderas e iluminen el carbón,
Cayentes en tu caldera de penetrante fuego,
De encono y ceguera que emanas con furor.
Deja acalorarte y darte vida con oro negro.

Fuera de aquí, no veo sino un edificio de miedo,
Parado en el pico de un cerro de oscuras tierras.
Y veo, sin embargo, el cielo nigérrimo y burdo,
Apenas recibiendo manchas solares pequeñas.

Calcínenlo todo, y odien a cuantos hicieron litigio,
Trabajen hasta el final, sin creer que hubo un inicio,
Y levantemos este edificio, o nos volveremos carne,
Para ser llevados a la caldera y servir de carburante.

Cayeron pues las gotas de ceniza, y el vapor industrial,
Que todo lo mataba, a las aves y a la alianza clerical,
Organismos de fuego sucio, como objetos de invasión,
Cayeron sin rendir clemencia a la fábrica de la ambición.

Chocaban los muertos opacos, que del techo penetraron,
Los señores se estancaban, y siervos como yo escapamos.
Las columnas de luz fulminaron la industria y las ansias.
Y la industria colapsó, como un ave encogiendo las alas.

Jardines Colgantes

Descansemos en paz,
Bajo tus racimos desolados,
En este palacio fugaz,
Escondido detrás del nogal.

Cargaron piedras amarillentas,
Solos y amparados por el cielo,
Y los pusieron como escaleras,
Bajo frutos del verde y el cieno.

Se levantaron los palacios, los matorrales,
Macolla de éxtasis y alegría,
Elevado hasta el más alto de tus nociones,
Irradiando su esencia divina.

Descansemos sin custodia,
Sobre la copa de este laurel,
En este castillo de babilonia,
Al lado de la torre de Babel.

domingo, 11 de octubre de 2009

Sin miedo

No me mires así, con cara simulada,
Con esa poca sencillez de idólatra,
Y con gestos de rebeldía esmirriada,
Que revelan tu rostro de incógnita.

Saliste sin disparar ojos al cielo,
Te oí llegar sin presencia que falte,
Tus pasos vi acercarse con miedo,
Y tu respirar vi rodeando las calles.

Cuerpos que se inclinan, miran con disparate.
Se asientan sin conocer, se oyen sin hablar,
Pues uno somos en esta existencia sin escape,
Y Todo seremos si me besas ahora sin mirar.

Lluvia ácida

Gotas de perfume, nubes de color,
Lágrimas que al besar suelo se evaporan,
Pues alcohol del que sale tu olor,
Emana ese inmenso vapor de modorra.

Nubes que se disipan con el vacío,
Te pude ver con gestos equivocados,
Y la lluvia arreció el delirante desvío,
Quebrando estos ojos escandinavos.

Bienvenida la luz que traspasa las nubes,
Venida del sol, el rey bello y copioso,
Parado, te sentí penetrar mis pulmones.
Como columnas de aspecto fibroso.

Cantan cualesquiera de los tifones,
Se unieron los ojos del cielo,
Y gestan pues los bellos embriones,
Que surgieron de este destierro.



El sentido de mi canción

Para ti, esta bella canción
Para tus ojos, esta imagen de furor,
Para tu boca, esta pasión sin sabor,
Para tus oídos, este declive disonante,
Para tus manos, este sentido palpable.

Por ti fue esta bella canción,
Cuantos me miraron lloraron de lástima,
Nadie me aclamó por fea que sonó,
Mi canción y su armonía poco cándida,
Fuertes hacia mí fueron los ¡Oh, Dios!

Me bajaron del telón, como el polvo pesado,
Cuantos se burlaban, me abucheaban,
Cuantos me decían ¡Pobre novato!
Y me erguí sin saber cómo me trataban,
Cayendo al filo de tus pies reprobados.

Levantaste mi ser, mi cuerpo arrogante,
Sucio por dentro, humillado hasta el orto,
Y me sonreíste, con ese bello semblante.
Entonces las quejas me importaron poco
Y me fui a recibir tus brazos radiantes.

De ti surgió esta bella canción,
De ti salió esa pasión sin sentido,
De ti saqué esta pobre creación,
De ti mi alegría fue como el hilo,
De ti logré mi impulso de acción.


Salvación y delirio

Y a dónde partiremos, tras este juego,
violento fuego y voraz que se alza,
en el extremo de tu rostro funesto,
en el interior de mi pavorosa alma.

Partieron los azules villanos, las gotas de anís,
Tú, que abriste el pecho, saboreaste
Esa dulzura, esa sensación de estar en París,
Y añoraste con pena a cuantos amaste.

Y a dónde partiremos, sobre este delirio,
Silente friaje y armonioso que se baja,
En el centro de tus ardientes entresijos,
En el exterior de mis pasiones manadas.

Callaron así los mojigatos, los villanos taimados,
Yo, que oculté estos ojos, sentí
Ese temor, esa angustia de quedar derrotado,
Mas me alzé con fuerza para partir.


viernes, 9 de octubre de 2009

Bello gatito

Terminada las clases, mi familia me esperaba en casa, para almorzar. Yo, como todo niño obediente de doce años, debía ir cuanto antes, si no fuera por un problema: mi amistad con un bello gatito, de color gris, ojos azules y brillantes. ¡Y qué brillantes que eran! Nada más, en las noches, pasaba por la calle, saliendo del colegio, y veía dos puntos de cana brillar con los postes de luz. Corría hacia el gatito, y éste saltaba a mis brazos. Yo lo abraza, y el ronroneaba de tal modo, que hileras de dicha se deslizaban por mis mejillas.
Entonces, un día, decidí llevarlo a casa, para que mi familia lo conociera. Recuerdo que entré, o habré tocado la puerta...
- ¡Ya llegué! ¡¿Hola?!- Debía quitarme los zapatos si no quería manchar la alfombra.
- ¡Dónde has estado, insolente! – Una voz contorneó las cuatro paredes, y retumbó en mí.
- ¡Traje un compañero!
Recuerdo solo que dije que era un gatito muy querido. Más tarde, oía a mi mamá, a mi papá, a mi hermana, decirme zoofílico, introvertido, iluso, tonto, mojigato... palabras que no conocía, escasas para mí en significado pero que podían significar mucho. Aunque, en esos momentos, no había etiqueta que podía lastimarme. Me sentía feliz de haber llevado al gatito.
Al día siguiente, luego de levantarme, caí por las escaleras.
No se qué me ocurrió, ni en qué pensaba. Solo me vi avanzando, como sonámbulo; me sentía como esas personas que flotan sin cuerpo y que tocan el piso, llamadas viajeros astrales. Por poco pensé que volaría, mas aquel golpe en la cabeza tuvo que despertarme de mi ilusión. Mi familia corrió hacia mi, y al unísono ordenó llevarme al hospital.
-¡Hospital, llévense a mi hijo, rápido! ¡Padre cuyo hijo se ha muerto no tiene nombre!-
La ambulancia esquivó a cualesquiera de los peatones que se infiltraban por la carretera. Finalmente, me bajaron del vehículo y me llevaron sobre una camilla hasta la habitación donde me harían el diagnóstico. Me subieron a otra cama, y luego a otra, luego me tomaron radiografías, luego me inyectaron sustancias incoloras, que cosquillas me causaban al deslizarse por mis venas, luego me daban de comer escasamente, luego me dejaban en cama, sin moverme. Acabé, al rato, dormido, y dije que mi primer día en el hospital fue un poco desalentador. Día tras día fue la gente visitándome, entre familiares y amigos. A nadie le hacía caso, los veía entrar y salir como marionetas, que obligados se veían de verme, bien por compromiso, o para decirse a sí mismos “bondadosos”. Fueron los días inertes pasando, uno tras otro.
De pronto, una silueta enmarañó los pasillos, y cuando volteé la cabeza, vi cuatro patas atravesar el umbral de la habitación.
-Amigo...- Le dije al bello gatito. Sus ojos ya no se iluminaban como antes.
El felino se subió en mi pecho, y yo lo acaricié, con felicidad, con alegría, con dicha, cada vez más y más profundo, hasta desaparecer...

Luz que traen los ojos traen la vida, como la muerte éstas traen cuando se apagan.


Al poco rato, mis padres entraron a la habitación donde dormía eternamente. Al parecer, ese silencio en mi cuerpo los obligó a gritar estrepitosamente y a tambalear de llanto y dolor. Qué más espera alguien cuando ve morir a su hijo enfrente de él, y, sobre todo, cuando lo ve morir en manos de un felino de ojos siniestros, que no refleja más que el fallecimiento puro, encarnado del infierno. Angelito de la muerte

Simulación


Tu vida es un misterio, que no me gustaría imitar,
Hay palabras que nunca hablarán,
Colores que nunca pintarán,
Alzaré los brazos para que me lleves contigo.

Se revelan los pedazos del cielo, como besos de cana,
Hay oscuridad que suele iluminarse,
Luz que suele apagarse,
Abriré los ojos para ver la dicha en tu interior.

Marcianos azules, de cuerpos flotantes y miradas grises,
Hay espectros que tocarán la tierra,
Espíritus que se harán mortales,
Expandiré el gusto para chupar este mendrugo.

Además, las montañas se elevan a lo alto, y es que,
Hay pasiones que nunca acabarán,
Sonidos que nunca callarán,
Encorvaré el oído para ser un testigo tuyo.

jueves, 8 de octubre de 2009

Festa juvenil

Saltaron los cuerpos, caídos del cielo,
Juegos que reprimendas trajeron,
E infantes que mordieron el anzuelo,
Encarnaron la rebeldía del terreno.

Corrieron hasta el pueblo,
Cargando panes y jamón,
Como entes peleoneros,
Que solo buscaban ardor.

Los niños llegaron a la calle central,
Y comenzaron a gritar y a celebrar,
Bellos cuerpecitos, que de la azotea,
Se veían como los granos del coral.

Entonces se inflaron los globos,
Y desde la ventana se vieron ascender,
Redondas esferas de color hosco,
Cuya asunción era como un trascender.

La música estalló, y bailaban los pueriles,
Sacudidas que a todos preocupaban,
Y que los llevaban a este hilarante arrecife,
Ahogado de algarabías y palmadas.

El meteoro de la sociedad

Estallidos soltaron los Dioses,
Y éstos cayeron como cometas,
Rasguñando el cielo y el orbe,
Como feroces pausas dantescas.

Empresarios que trabajaban sin descanso,
Parecidos a los esclavos por insolencia,
Porque fue el trabajo que les ha arrebatado
Su vida entera y de ésta toda dolencia.

Campesinos que sembraban granos,
Iguales a la vida, que se refugian
Bajo la muerte, como aquellos bajo
La tierra que pisotean las mulas.

El choque creó la destrucción de este mundo,
Pero no sólo se separaron la tierra y el cielo,
También los “ricos” y los “pobres” se unieron,
Juntos, en el espacio de la alegría y el miedo.

La nada: único ser que sobrevive tras la muerte.
¡Contemplemos esta social escala!
Lástima que causa ver a éstos pelear por billete,
Y a los otros rebelarse en manada.

martes, 6 de octubre de 2009

La comunidad Marx

Circa el siglo VI a.C., Brihaspati, un filósofo hindú, fundó una ideología radical: La Charvaka; movimiento cien sobre cien amoral, atea y materialista. Según este movimiento, no existía espacio intangible (Cielo) o ser metafísico (Dios) cuyos conceptos radicaran en el destino y origen del ser humano; éste es solo la razón a cuestión de cientos de procesos evolutivos, que, concatenados entre sí, transforman la realidad como la vemos. En otras palabras, el hombre nace libre, no oprimido bajo el poder de Dios, no es un “camello” –como lo dijo Fiedrich Nieztche- que carga en su espalda la moral y el valor de una doctrina absoluta. Fue por eso que muchas personas, entre hinduistas y aficionados, al darse cuenta de que esta filosofía era “la verdad absoluta” empezaron a asesinar y a robar libremente. Aquel periodo de locura libérrima azotó esos tiempos charvakanos. Mas tuvo que pasar mucho tiempo para que esta ideología decayera en su cabalidad.
En tiempos modernos, cerca de 1890, Karl Marx, un soberano socialista, economista, historiador (o historicista) y filósofo alemán adoptó esta ideología hinduista que propuso como antítesis de la existencia de lo metafísico. Con ello, antes iniciar su filosofía o “Marxismo”, puso en resalto las quimeras metafísicas que son Dios y la moral del ser, y las desmintió, diciendo que no existían y que, asimismo, la religión no es más que “el ayahuasca del pueblo”. Tras este certamen, brindó a su bebé– el marxismo no nacido, en plena formación- otras dos cualidades accesorias: La primera, la cultura es una alineación del hombre, que lo vuelve máquina. La segunda, el arte y la música son cubiertas engañosas que justifican un sistema económico (capitalismo). Pero la base, a su vez, de esta filosofía, necesitaba de más ideales para ser sustentada. Fue por ello que, según los críticos, el marxismo se sostuvo según tres bases fundamentales: A) El análisis del pasado (el materialismo histórico), que definía a toda realidad como un devenir de procesos históricos (a esta tendencia filosófica se le llama historicismo). B) La crítica del presente (el análisis del capitalismo), que señalaba al capitalismo como un modo de producción (así como antes existieron el esclavismo y el feudalismo), que formaba la jerarquía de clases sociales (burguesía y proletariado, así como existió el amo y el esclavo, el señor y el siervo, el patricio y el plebeyo). Marx afirmaba que este modo de producción no era el fin de la evolución humana, sino una etapa que se había estancado y que necesitaba destruirse cuanto antes. Por último, C) El proyecto de futuro (la sociedad comunista), que sostenía lo siguiente, la conquista de los obreros hacia los partidos políticos, por medio de una revolución, para luego, fundar un Estado socialista al servicio de ellos (Para Marx el socialismo era solo un intervalo), luego, destruir este Estado, que simboliza la autoridad de un organismo político sobre el pueblo, y eliminar todo pensamiento de propiedad privada, de escala social, para así fundar una comunidad igual y repartida equitativamente. Se prentendió crear, así, el comunismo; cuya vigencia, como sabemos, se ha perdido por una razón muy simple: ser una utopía.

(Símbolo del comunismo: Escudo de la bandera de Sendero Luminoso, Partido Comunista de Uruguay, y la desaparecida Unión Soviética)

(La caída del Muro de Berlín: simbolizó la eliminación del comunismo -y, supuestamente, también del capitalismo-)

lunes, 5 de octubre de 2009

Los cielos del sembrador iluso

Cielo Templado
Bajo un bello árbol dormía,
Sin pensar en ilusionarme.
Quise seguir de gorda vista,
Y roncando a calambres.

Una bellota cayó del cielo,
La recibí con abiertas manos,
Estaré lúcido?, eso yo creo...
Pues bien, haré un sembrado!

Cielo Colmado
Un espacio de tres cuartadas,
Un globo de helio que gime,
Entonces alcé la mirada y dije,
“Deposita aquí un arrecife”.

Mis manos en forma de copa,
Recibieron estas lágrimas:
Dardos que a quemarropa,
Salpicaban de pura sátira.

Una tierra de colores varios,
Un foco de hierro que da saltos,
Luego dije bajando las manos,
“Sembrarás aquí este árbol”.

Mis palmas en forma de rampa,
Arrojaron estas lágrimas:
Hileras que a catarata,
Chorreaban como ánimas.

Cielo Iluminado
Pero... le faltaba algo a este sembrío,
Supuse que era la bellota,
La que justo con ella nació mi desvío,
Y mi dignidad de persona.

Reaccioné, y cuenta me di de esta ilusión,
Qué gayar tiempo me entregó!
Y qué bella locura me inventó a canción.

El viento se llevó el último fulgor.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Los Imperios (I, II y III Reich)

Fueron tres los intentos de soberanía absoluta, en que se exigía el gobierno obligatorio de un emperador coronado, un kasier, o un fuhrer, los cuales, muchos de éstos – bien conocidos en su mayoría – no hicieron más que girar del reloj en sentido antihorario, es decir, alterar el pasar de la historia.
El primer imperio que azotó y deleitó efímeramente, o puede que no, a la Alemania, fue el Sacro Imperio Romano Germánico, creado a base de un conglomerado de países, que, aglutinándose entre sí, y promulgando el latin como idioma oficial, determinaron un Imperio que había de ser llamado, para los historiógrafos, el I Reich. Y es que de éste podemos extraer ciertos personajes importantes como Carlomagno y Napoleón I, emperador y artífice de la disolución del imperio, respectivamente. Una duración que, en mi pensar, fue muy largo: 968 – 1806, y una denominación extravagante, pues el término “Sacro” aludía al poder religioso, el catolicismo romano, sobre el “Imperio”. No encontramos un espectro político de este imperio sino del tipo Monárquico Electivo, por el cual el rey es elegido por medio de un voto, no del pueblo, en el caso de la democracia, sino de un grupo social elegido y restringido. Era cierto que la personalidad de este imperio fue único en su especie, pues no tenía nociones de convertirse en Estado Nación, mucho menos de ser llamado “Confederación”. El poder residía, como se dijo, bajo el mando del eclesiástico más venerado: el Papa, que era quien coronaba al Rey. Tal fue el caso del gobierno de Carlomagno (800 – 814). Esto y muchos otros sistemas de gobierno divirtieron a los del I Reich hasta llegada su disolución, en 1806, con la abdicación del emperador Francisco II, a manos de Napoleón I.
El segundo imperio fue un canto de victoria tras la guerra franco-prusiana (1870 – 1871) por parte de Prusia, quien, enloquecidamente, unificó territorios alemanes alrededor de éste, y consolidó así el Imperio, siendo el artífice primario el canciller Otton von Bismark. El periodo de este Imperio no superó los cincuenta años (1871 – 1918), y es que, muchos lo habrán notado, en este tiempo surgió el primer tifón bélico: La Primera Guerra Mundial (1914 – 1918), cuyo final, asimismo, bajó el telón del II Reich.
Pero este período, a comparación del primero, trajo un gran apogeo para Alemania, tanto en avances científicos, como económicos. Fue, por tanto, que este imperio, junto al Imperio Británico (Siglos XVI – XX), se convirtió en una de las dos grandes potencias mundiales. Tras una sugestiva revuelta, Bismark es destituido por el nuevo Kaiser, Guillermo II, cuyo nombre inspiró a la nueva denominación de Alemania Guillermina. Éste nuevo gobierno trajo consigo la aparición de tan famoso tifón, y con ello, la caída del Imperio.
El tercer imperio, la bella tragedia alemana, que avergüenza incluso a los más inocentes y ensoberbecidos alemanes de hogaño. Un simple partido de obreros, en épocas de Paul Van Hindenburg (1925 – 1934), recibe la visita de un ambicioso artista, aparentemente remilgado, llamado Adolfo Hitler, quien, con razones radicales, decide formar el Partido Nacionalsocialista Alemán de Trabajadores (PNSAT, en alemán, Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei), y condicionar la razón nacionalista, fascista y anticomunista.
Este elocuente personaje sería nombrado canciller el 30 de enero de 1933, para luego promulgar leyes que exilien a cuantos no sean de origen ario, siendo víctima principal, los semitas (judíos). Ésta, y muchas otras ideologías - como la aprobación de la violencia y la naturaleza totalitaria, extraídas en gran parte del fascismo de Mussolini- causaron el enamoramiento de los alemanes hacia Hitler, a quien llamaron más tarde, en 1934, tras la destitución de Paul Van Hindenburg, el Führer. Tal amor platónico fue dado al desnudo durante las Olimpiados de Berlín (1936), cuando el aforo, alemán y extranjero, elevó sus manos en señal de veneración hacia Adolfo, diciendo: “Heil Hitler!”. Asimismo, se acrecentaron los flujos económicos y los avances científicos en el Imperio Alemán, que trajeron consigo el aumento del poderío militar. Este provecho necesitaba, por tanto, más militares, obviamente, de origen alemán, por lo que se fueron vaciando los puestos de trabajo en el sector burgués, público y regional. Ante la tentativa, el imperio capturó y esclavizó a centenares de semitas y otras razas étnicas, con el fin de usarlos como “trabajadores”. Esto, sin lugar a dudas, fue un factor primo en la génesis de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945). El grito de guerra ocurrió, y los Aliados y las Ejes se enfrentaron con más vigor que en la Primera Guerra Mundial. Los soldados forcejaron hasta el más no poder, y no hubo segundo de descanso que excusara las miles de muertes que sucedían continuamente. Fue todo un instante de terror, para todos los países del orbe, y para los estados, que observaban boquiabiertos y rogaban, claro que a voz muda, el fin de la guerra. Finalmente, el 30 de abril de 1945, las fuerzas soviéticas invaden Berlín hasta llegar al Führerbunker: El bunker donde se alojaba Htiler, éste, sin más opciones que rendirse, y tras oír comentar del futuro tratado de paz, a boca de Heinrich Himmler, “el traidor”, opta por suicidarse, con una suculenta dosis de cianuro y un buen balazo en la cabeza. Hubo, al trote de los días, ovaciones que se elevaron, y con ello, el fin de la guerra, y del Tercer Reich.
No hay duda de ello: Han sido muchos los itinerarios, las ambiciones recorridas, los delirios nacionalistas, los portentos bélicos, y las ilusiones absolutistas, pero en un marco teórico, donde no hay paz que surja de la guerra, hemos de saber que la Alemania fue el ente de ambición por antonomasia.

(Sacro Imperio Romano Germánico, Alemania Guillermina, Alemania Nazi)

En el lago

Negras mañanas, simuladas aquí,
Que cultivan nubes pesadas,
O fogosas siluetas de añil.
Instantes de una mirada.

Cultivé pensamientos solutos,
Que a nada me daban respuesta,
Y levanté ese ego bien burdo.
Impregnando un par de siluetas.

Blancas miradas, colmadas allá,
Que arrojan poros delgados,
O puntos vibrantes de maná.
Luz de un astro de antaño.

Arrojé mi cuerpo quebrado,
Que ninguna luz reflejaba,
Y sumergí este rostro imitado,

Creando un Todo en las aguas.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Esta escena

Hasta hace poco no me hubiera gustado inhibir mis sentimientos hacia ti. Mi sencillez era entonces un palacio de polvorienta sutileza, que gritaba hacia fines absurdos lo más profundo de esta ilusión. Me pesa haber ignorado tu belleza, tu famosa riqueza de persona, que derriten aun a los animales más impasibles. Pues éstos, que ahora vienen hacia mí, me culpan de haberte dejado ir. Qué lástima morir sin brazos como los tuyos que me sostengan y levanten mi fallecido ser, aun sabiendo que mi alma, luego, reposará cómodamente en ti.
Preferí apoyarme en el umbral de la ventana y repetir al horizonte lo mucho que anhelaba tu regreso. Nunca, pues como lo dije antes, volveré a sentir esto; dolor que me causa respirar la soledad, bajo el enmohecido tejado de mi hogar, sentado a la mesa y con un té color capibara.
En aquellos días me hubiera gustado.... Quererte más.
Ti voglio bene....
¿Quién tocará la puerta? ¿Y ese italiano, sensual e inesperado?
¿Salve? ¿Diré, sino, Ciao u Hola?
Bella miseria, lo abro o no lo abro, siento ese perfume traspasar el picaporte, entonces decido abrirle. Cómo no pude ver la puerta girar, balancearse hasta detenerse en mis pies. Pero fue suficiente, pues ahí pude contemplar, lo que era, el cariz de mi sueño realizado.
Amada mía, no habrá mundana sociedad ni pensamientos que nos separen de nuevo. Aquel rostro resplandeció junto a una ráfaga de luz que enfatizó las cuatro paredes. Vi su perfil tan bien delineado, y la quise abrazar, acariciar, como en mis Pensamientos....
Pero pensé en algo mejor.
Le cerré la puerta, tan duro fue el golpe que del otro lado pude oírla gemir, y qué alegría sentí en ese momento, cuando comprendí que lo único que anhelaba era la proyección de ella, pero no a ella misma. Aquello no era más que un ideal egoísta, que intentaba apoderarse de algo ajeno, que deseaba en ensueños y rechazaba en vigilias.
El cerrar de la puerta fue, pues, una muestra de liberación.
Sé libre!, bella mujer, y lamento que hayas venido hasta mí tan preocupada, quizá mis pensamientos te trajeron aquí. Vive y respira el bello aroma de la omnipresencia divina, aunque la herida de tu nariz te lo impida. Ya no volveré a vivir, como en mis Pensamientos... En medio de la ramas de la desesperación, frente al sólido tronco de mis ideales, bajo el plenilunio de mi infortunio, y simulando la silueta de tu aparente belleza.

domingo, 20 de septiembre de 2009

La obra

Nadie revisará detrás del telón,
Quienes arreglan hacen de esto una maravilla,
Y cuantos observan la diversión,
Se magnificarán de este espléndido arte.

Cantares de luces, y ambientes variados,
Muchos de éstos cambiaron las caras,
De quienes entraban y se sentaban,
Y que deseaban que esto comenzara.

Llévense un trozo de alegría de esto...

El primer acto empezó,
Voces que ovacionan, suspendidos por doquier,
Y colores en el escenario,
Que saltaron al cielo como una bella canción,

Qué alegría ver este juego de sensaciones,
Colores y sonidos fusionados,
Impactando en los corazones de las personas.

El segundo acto empezó,
Y un negro cuervo invadió el espacio,
Ni el más astuto lo imaginó:
Llegó la hora del hombre y su baile unitario.

Qué sincronía ver a este sujeto moverse,
Inclinaciones y giros combinados,
Vibrando con la base del enmaderado.

El tercer acto empezó,
Un grupo de hombres raperos apareció,
Con ellos botellas coloridas,
Unidos todos en un frenético breakdance.

Qué talento sentir ese ritmo callejero,
Golpes y gritos de chacota,
Aniñando incluso a los más impasibles.

El cuarto acto empezó,
Y hombres de amarillo serpenteaban,
Bajo un dragón dorado,
Que oscilaba con espléndido realismo.

Qué susto ver al dragón volar,
Simulado y formado por los hombres,
Exaltando esa pasión oriental.

El quinto acto empezó,
Enarcaron samuráis y espadachines,
De trajes negros y blancos,
Deslindando filosas espadas de azófar.

Qué pelea esa la que se está librando,
Ráfagas y obviadas tremendas,
Embistiendo aun al mismo escenario.

El sexto acto empezó
Y florecieron sensuales mujeres,
Vestidas de blanco gaviota,
Que giraron levantando las faldas.

Qué belleza ver aquellos contornos,
Esculpidos e iluminados de cana,
Oscilando con mucha pasión y cariño.

El séptimo acto empezó,
Se mostraron militares de trajes muy variados,
De diversa apariencia y nación,
Que se enfrentaron entre sí como perros y gatos.

Qué miedo presenciar la espantosa guerra,
Verdadera para los espectadores,
Siendo justo quienes vivieron estos sucesos.

El octavo acto empezó,
Y una luz bajó de lo alto,
Un magistral espíritu que alzaba las manos,
Y que cantaba apasionado.

Qué gusto ver descender al salvador,
Purificado y encarnado de Dios,
Llegando del cielo por orden del Creador.

De pronto, comenzó el telón a bajar...

Con ello hubo una luz que cegó,
A ese aforo y el espacio,
Al subir, se aparecieron los actores,
Contentos y delineados,
Agradeciendo al aforo por su presencia.

La gente aplaudió con devoción,
Aclamaron y lloraron,
Gritando con profundo fervor,
Y deslumbrados con la obra.

Al opacarse la luz, las personas se fueron,
Y quienes vieron la hermosa obra,
Supieron que el octavo acto jamás pasaría,
Por más bello que pudo haber sido.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Rascacielos descendentes

Mira cómo se derrumban las torres,
Admira esos pedazos rodantes,
En aquellos estadios muy lejanos,
Vistos por únicos errantes.

A lo alto, se ven los bloques caer,
Como aves sin alas,
Y grandes ventanas craquear,
Como globos de agua.

Todo, en un instante, se va al piso,
Y con él la tierra se sacude,
Tirando lo que antes yacía fijo,
Como postes de luz radiantes.

Ahora, no hay nada que apreciar,
Más que a las duras pizcas,
Que quedan difíciles de evitar,


Hechas polvo con la vida.


viernes, 18 de septiembre de 2009

El corazón artificial

En aquellos días, en que la soledad me imitaba, yo vivía para servirle a esa bella silueta. La amaba con todo lo que poseía, y cuanto no poseía. Recuerdo que, en esos momentos memorables, saltaba de mi balcón y trazaba con el filamento de mis uñas un corazón que habría de apreciarse durante los próximos días, hasta que la erosión la borrara.
Un trazado magnifico, una poesía hecha como la bomba de este centro humano, que late como si vida hubiera de cobrar. Saltaba de emoción los días en que éste corazón se disipaba, pues era señal de que la bella silueta asimilaba la imagen. ¿Qué otro corazón habría de formarle? ¿Cómo podría trazarle en semejante superficie, dura y poderosa, como las rocas y los diamantes?
Entonces, decidido, volví a saltar del balcón de mi alcoba, que más cerca de esta silueta había de estar que otros balcones. Volé cuatro segundos, y caí en aquel cuerpo rugoso. Un dolor y un placer colmaron mi ser, y alegre de verla tan de cerca estaba. Ahora que me encontraba en esa distancia. ¿Qué otra mirada podía hacerle al centro de su existencia?
Deslindé el cuchillo, y comencé a trazar un nuevo corazón, trazaba y rasgaba, y pedazos marrones se desprendían. Al culminar, pensé, No habrá emboscada natural que borre este bello icono. Me bajé del cuerpo, y vi, a lo alto, lo recién formado. En ese momento, sentí duras penas, palpitando, en mi auténtico corazón.
Uñas verdosas cayeron de lo alto ¿Qué es lo que he hecho? Me dije, lamentando el pasar de los tiempos. Se oyó un resquebrajar, y la estridencia culminó al caer con furia el último trozo del tallo.
Al levantar más la mirada, lo vi con ojos reales. ¡Eres un árbol! ¡Un natural y auténtico árbol! ¡¿Qué hice contigo todos estos años?! ¡Cómo pude flagelarte con tanta furia! ¡Y cómo no has podido si quiera protestar! Te vi con ojos humanos, que desean presencias iguales. No vi tu ser con ojos naturales, que se unen con la misma en un centro incondicional.
Lamento, en serio, el haberte maltratado. Pero ahora, que estás por desplomarte, qué otra cosa puedo brindarte, más que una tumba natural, donde habrás de descansar para siempre. Quizá más adelante, de ahí, germinará una nueva silueta, y prometo tratarla como la reina que es. Por ahora, sin embargo, nada me queda más que esperar. Bajaré la cabeza y trataré de verte en mis sueños.

Pasado los días, al ras del último respiro, mío y de la naturaleza, el árbol colapsó. Al llegar ahí, increíblemente, vi una semilla ocultarse bajo la maleza, la saqué, y en mi palma contemplé su bello contorno, como un corazón.

Un unicornio y cientos de ángeles











Del cielo vi un unicornio descender,
Y con él cientos de ángeles blancos,
Enarcados y brillantes de través,
Que de nombre llevan fulgores magros.

Bello placer, sentir que ustedes caen,
Como cometas estelares,
Misiles de corto alcance,
Y ver qué maravillas emanen.

Por favor!, que nadie se largue,
Mejor báñense de este mundo,
Gran poético y denigrante,
Que creó el hombre con su disturbio,

Acérquense a mí, flores celestiales,
Y llénenme de su riqueza,
De aromas festivos y adorables.

Ahora... ya no tengo otra preferencia
Más querer que colmen esta bella conciencia.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Tu mundo y el mío


Aquí, en este mundo de las formas,
Donde mi esperanza desea volver,
Existe, también, el fruto de tu pasado.

Oh bella silueta! Que encarnas en gran sazón,
Déjame enmascararte,
Y hacer con tu cuerpo una última oración.

Mas no surgen palabras para expresarte
Con las que viera un mínimo apoyo,
Ni versos con los que pueda justificarte,

Para rendir homenaje a ese lomo.

El portal de los gemelos

Ese niño amarillo mira a lo alto,
Y en el dintel de la puerta se sienta su hermano,
Aquel pensador de mirada atenta,
Pacientes ambos esperan que se abra el camino.

Es el niño amarillo, el bello observador,
En el frío lugar donde los pies merecen estar,
Es el niño pensador, el auténtico meditador,
En el filamento por cual la compuerta ha de girar.

Amarillo placer, sentidos del sol,
Que abstrajiste con su calor,
Niño observador, deja de ser inferior.

Pensamiento danés, lejanía de plutón,
Que creaste con tu posición,
Niño pensador, deja de ser superior.

En ese momento, la puerta se abre...

Y qué loco pasar! qué alegre sorpresa!
Soy yo, bellos hijos, su único padre!

Vamos, Pasen!, gemelos afables,
Su tiempo de espera ha terminado!

Ya no se verán más tan distantes!

El árbol estratológico

Tu arco de raíces salta de un valle a otro,
Tu tallo es un miembro de gran ocupación,
A lo alto, tus ramas veo disiparse,
Y con los aires escandinavos fusionarse.

En los valles las personas trabajan,
Procurando evitar que tú te caigas,
Oh árbol! que alcanzas los estratos,
Que superas la lógica de las ramas.

Pues de éstas cuelgan columpios,
Rampas de madera para los infantes,
Que olvidáronse de sus padres,
Los mismos constructores de estos valles.

Arriba, las manos divinas se deforman,
No existe Dios cuya palma pueda tocarte,
En el centro de tu tallo hay gravedad,

Cuyo hoyo une la vida y el trance.

La mala semilla

Cómo una mirada no pudo acabar contigo.
Rahez humano de pactos mortales,
Apetecible ser que atraes a los indomables.
Estar a tu lado es imposible.

Te cubriría con una cera o con lo que sea,
Para callar la voz de tu enemistad.
Es que tú eres el que se jura el eterno final.

Caótico palacio quieres construir,
Para ti y el misterioso porvenir.

Fragmentos que cayeron del pensamiento,
Nos hicieron conscientes,
Del mal que harás al futuro cercano,

Alzaste un dedo y los mares se separaron,
Pero no eres Moisés ni alguien agradable,
Tu negra presencia aborta mis sentidos,
Y acaloras al mundo y su único tino.

Cómo anhelas destruirlo, y cambiarlo a tu antojo...
Sin duda eres la mala semilla de los destellos rojos!

La tautología de un regalo

Te obsequio un regalo,
Que ve con mis ojos,
El cariz perfecto de tu perfil humano.

Deseoso de aspiraciones estoy
Qué otras sazones probaré con la boca.
Gustoso soy, de apetecible sabor

Qué otro rostro puedo esbozarte,
Si ya tengo la cara que debo mostrarte.

Por el cielo vi nubes flotar,
Agradecí que aceptaras el regalo,
Estoy feliz que la alegría toque el centro,
De nuestros corazones y de este milagro.

Te vas feliz, con el regalo a la mano,

Y, ahora... qué otro regalo puedo darte,
Si ya di todo lo que mi corazón puede regalarte.

El Dios de los mares y el irreverente



Felón y embustero, de los siete mares al capricornio,
Longitud de estelar, mirada de proclamar,
Es qué territorios has de conquistar,
Y personas has de controlar.

El gesto de tu ser lo dice todo, y yo, testigo de los mares,
Pues soy el neptuno de los cánceres, te observo con maldad,
Deseando, algún día, que renuncies a tu autoridad.

Los reproches no sirven a tu intelecto.
Eres el maestro de la elocuencia,
Un Dios para las criaturas,
Un centro para las periferias,
Atraes cargas que se juran positivas,
Y yo, bajo los mares, me siento negativo.

La voz de tus engendros bucales son potestades,
Algún día serás destituido, yo lo sé,
He visto ese momento, para mí el mejor de todos.

Ah... y ahí te veo cayendo!
Lo he logrado, mis peticiones funcionaron,
Qué más quiero en esta vida,
Que verte llorando sobre el regazo de tu madre,
Lamentando el día en que apareciste,
Sin persona que te diera de su carne.

El destierro

Tu mirada y yo escapamos con temor,
Detrás de nosotros, el fervor es solo una ilusión.
Pifias y pedradas, que saltan al horizonte.

Mi calígula y yo, el cancerbero,
Caballo de tierra, lomo de los cinco aires.
A tres pasos de salida, corremos juntos,
Y aún tu mirada no se ha ido de mi mente.

Juntos, al final del camino,
Aves de cara negra nos observan,
Es que decido irme o sino regresar,
Pero no hay manera de retractar,
Lo que digo no es mi temor, es mi pasión.

Juntos, recordamos el momento de la ida,
Las voces del pueblo nos largaron,
Nos soltaron largas pedradas,
Mentadas asesinas, que perpetraron en mi ser.
Ahora partimos para siempre!,
Y tu mirada y yo deseamos volver.

Frases Célebres, mías

Pese a que la vida tenga una dirección para ti, te molestas en trazar tu propio camino.

El hombre, por ironías de la vida, es dominado por su ansia de libertad.

Mil y un problemas pueden surgir de una solución.

¿Quién soy yo? Esa es la respuesta.

El placer es momentáneo; la felicidad, también.

No crucifiquemos nuestro ser, que a la izquierda está el pasado; a la derecha, el futuro; a lo bajo, el inconsciente; y a lo alto, el súper consciente.


El ser humano duerme, aun en estado de vigilia.

Si el amor fuera un pecado, todos amaríamos.

Tu ser: más transparente que el agua.

Entre menor sea el artista, mayor es el arte.

Vida que se cuestiona, muerte que se provoca.

No hay vida que lo sea sin un misterio en ella.

El centenar solitario

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquel instante en que su padre lo llevó a conocer el hielo. En aquel entonces...” (*)
Siento que una gran calidad de obra, como ésta, claramente, refleja el espectáculo surgido de una mente creativa, como ha de ser la mente de Gabriel García Márquez– Así dije yo, hace dos años, cuando desafiaba los 14.
Escenas de asesinatos, peste y epidemias, incestos, violaciones y estupros, pueden ser los hechos más resaltantes de esta magnífica obra literaria. En ella, un arácnido sinopsial teje una historia de increíbles nudos en la vida de una familia cuyos miembros se casan entre sí, los Buendía, residentes de Macondo, arquetipo representativo del autor que se puede ver en otras obras. Hechos como lo vivido por José Arcadio Buendía, el primer personaje de la obra, cuando, al matar a un compañero suyo, nota que éste ha vuelto a la vida y ronda por los anaqueles de su sala, también cuanto la población vive al capturar a un feroz depredador híbrido en las calles de Macondo, son muchas de las hileras más importantes en toda esta enmarañada, pero perfecta, telaraña literaria.
100 años de soledad es una obra de dorada amplitud, puesto a que, cuando creemos que un acontecimiento termina, comienza otro, para luego seguirle un tercero; y así continúan las peripecias, entrelazándose entre sí, concatenando un “karma” de problemas que amortiguan, cada vez más, el posible final de esta obra; aunque el autor, tanto nos hipnotiza, que nos puede hacer creer que no lo tendrá.
Gabriel García Márquez, al principio, invita cándidamente al lector: las primeras líneas de 100 años de soledad son pasivas e ideales (*), no desencadenan intensidad alguna por la que el lector se vea atraído; no obstante, tras recorrer un breve itinerario, éste no se dará cuenta de que ya ha sido consumido por el “tubo de Mario Bross”, que lo transportará a un espacio lleno de maravillas insólitas y enigmas por descubrir, claro que, trastocados bajo el manto diáfano de esta realidad. Es posible que no descubramos aún qué verdad esencial moldea y constituye la estructura de esta obra tan impresionante. A pesar de ello, no hay que olvidar que se cuenta con el resultado de un espléndido arte creativo, de un instrumento literario que ha fijado su música para armonizar los sentidos de todo hambriento lector.