viernes, 18 de septiembre de 2009

El corazón artificial

En aquellos días, en que la soledad me imitaba, yo vivía para servirle a esa bella silueta. La amaba con todo lo que poseía, y cuanto no poseía. Recuerdo que, en esos momentos memorables, saltaba de mi balcón y trazaba con el filamento de mis uñas un corazón que habría de apreciarse durante los próximos días, hasta que la erosión la borrara.
Un trazado magnifico, una poesía hecha como la bomba de este centro humano, que late como si vida hubiera de cobrar. Saltaba de emoción los días en que éste corazón se disipaba, pues era señal de que la bella silueta asimilaba la imagen. ¿Qué otro corazón habría de formarle? ¿Cómo podría trazarle en semejante superficie, dura y poderosa, como las rocas y los diamantes?
Entonces, decidido, volví a saltar del balcón de mi alcoba, que más cerca de esta silueta había de estar que otros balcones. Volé cuatro segundos, y caí en aquel cuerpo rugoso. Un dolor y un placer colmaron mi ser, y alegre de verla tan de cerca estaba. Ahora que me encontraba en esa distancia. ¿Qué otra mirada podía hacerle al centro de su existencia?
Deslindé el cuchillo, y comencé a trazar un nuevo corazón, trazaba y rasgaba, y pedazos marrones se desprendían. Al culminar, pensé, No habrá emboscada natural que borre este bello icono. Me bajé del cuerpo, y vi, a lo alto, lo recién formado. En ese momento, sentí duras penas, palpitando, en mi auténtico corazón.
Uñas verdosas cayeron de lo alto ¿Qué es lo que he hecho? Me dije, lamentando el pasar de los tiempos. Se oyó un resquebrajar, y la estridencia culminó al caer con furia el último trozo del tallo.
Al levantar más la mirada, lo vi con ojos reales. ¡Eres un árbol! ¡Un natural y auténtico árbol! ¡¿Qué hice contigo todos estos años?! ¡Cómo pude flagelarte con tanta furia! ¡Y cómo no has podido si quiera protestar! Te vi con ojos humanos, que desean presencias iguales. No vi tu ser con ojos naturales, que se unen con la misma en un centro incondicional.
Lamento, en serio, el haberte maltratado. Pero ahora, que estás por desplomarte, qué otra cosa puedo brindarte, más que una tumba natural, donde habrás de descansar para siempre. Quizá más adelante, de ahí, germinará una nueva silueta, y prometo tratarla como la reina que es. Por ahora, sin embargo, nada me queda más que esperar. Bajaré la cabeza y trataré de verte en mis sueños.

Pasado los días, al ras del último respiro, mío y de la naturaleza, el árbol colapsó. Al llegar ahí, increíblemente, vi una semilla ocultarse bajo la maleza, la saqué, y en mi palma contemplé su bello contorno, como un corazón.

1 comentario:

  1. Me han dado ganas de llorar, en serio.

    Deberíamos ser más sensibles con la naturaleza que nos rodea, deberíamos tratar mejor a las plantas y a los animales... no merecen tanta maldad.. Aveces me pregunto si sería mejor que los humanos no hubieran existido... por lo menos así, el planeta no estaría agonizando ni sufriendo tanto.

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