domingo, 25 de octubre de 2009

Verso y prosa a la visión

Y quien mira a la acera
No encuentra sino palabras inciertas,
Y quien echa ojo a los laterales
No encuentra visiones fiables,
Y quien contempla la vastedad del cielo,
No halla sino inferioridad y miedo.

¿A dónde miramos ahora, entonces? Si no encontramos la verdad, en los puntos que la rosa náutica define, entonces solo el centro será la única entrada, y la salida augural al templo de los estratos...



domingo, 18 de octubre de 2009

Conciencia natura

No vivía sino de ilusión. Un pequeño niño descansaba a la sombra del árbol de copa redonda. Al ras del viento, los vellos silvestres corrían hasta lamer el dorso del niño. Volaban las aves con cantos alaridos, como notas, a distintos tonos y silbidos. Y qué bella proeza que se rendía a lo alto, donde círculos formaban las aves alrededor del sol diurno. Carencia de sonidos, silente armonía, con gritos y gemidos de la natura, son propias de ese estadio, en que el niño se privaba de la industria, de la urbe, de la familia, para, como en el desierto, guardarse un rato a solas. Pues solito se adormilaba, con esa mirada penetrando las uñas colgadas del ramaje. Y es cierto que descansando a la iluminación se llega, y sobre todo, si en contacto se está con el cosmos, sintiendo los alaridos y los gemidos de sensación existencial. Así, pues, no hay accidente que justifique, o al niño, o a ti o a mí, como dicen muchos ateos; somos, en realidad, significados aquí en este significante divino, no por azar, o cuestión causal, no estamos privados de razón, pues la base somos de este lugar, la voluntad que remueve las bellotas y engendra nuevos árboles. Y es que alegre ha de estar el niño, como sabemos, alejado de cuanto le rodeaba, para sentir este instante de paz, de armonía, de profunda intuición, sino de alegría, y Conciencia: definiéndolo a éste, claro, como el hecho de estar en el presente. No concepto que religiones patanes (los sacerdotes) o políticos frustrados (los docentes) usan para hacer mención al espacio que distingue y elige entre el bien y el mal. Conciencia para ellos es moral, o en sentido estricto, ética. Y no compartamos esta idea que carente de sentido está, que resultó de ideales pasados y que en estos momentos no tiene vigencia alguna. Por vez primera el niño, como herramienta alegórica, usó su ser auténtico para captar el instante en que nacía y moría en pos de su respirar, sentir el aire escapando de sí mismo, y la luz calcinando bacterias y creando unas nuevas. Por ello, no importante es la relación del pasado, de cuanto dice la ciencia, la moral, y, sobre todo, la religión, sobre el espíritu y la santidad que hemos de alcanzar. Para el niño, profunda sabiduría privada de conocimientos, supo que vivir en el presente es el verdadero sentido de existir. Es, sin duda, la iluminación.

La industria


Enciendan las calderas e iluminen el carbón,
Cayentes en tu caldera de penetrante fuego,
De encono y ceguera que emanas con furor.
Deja acalorarte y darte vida con oro negro.

Fuera de aquí, no veo sino un edificio de miedo,
Parado en el pico de un cerro de oscuras tierras.
Y veo, sin embargo, el cielo nigérrimo y burdo,
Apenas recibiendo manchas solares pequeñas.

Calcínenlo todo, y odien a cuantos hicieron litigio,
Trabajen hasta el final, sin creer que hubo un inicio,
Y levantemos este edificio, o nos volveremos carne,
Para ser llevados a la caldera y servir de carburante.

Cayeron pues las gotas de ceniza, y el vapor industrial,
Que todo lo mataba, a las aves y a la alianza clerical,
Organismos de fuego sucio, como objetos de invasión,
Cayeron sin rendir clemencia a la fábrica de la ambición.

Chocaban los muertos opacos, que del techo penetraron,
Los señores se estancaban, y siervos como yo escapamos.
Las columnas de luz fulminaron la industria y las ansias.
Y la industria colapsó, como un ave encogiendo las alas.

Jardines Colgantes

Descansemos en paz,
Bajo tus racimos desolados,
En este palacio fugaz,
Escondido detrás del nogal.

Cargaron piedras amarillentas,
Solos y amparados por el cielo,
Y los pusieron como escaleras,
Bajo frutos del verde y el cieno.

Se levantaron los palacios, los matorrales,
Macolla de éxtasis y alegría,
Elevado hasta el más alto de tus nociones,
Irradiando su esencia divina.

Descansemos sin custodia,
Sobre la copa de este laurel,
En este castillo de babilonia,
Al lado de la torre de Babel.

domingo, 11 de octubre de 2009

Sin miedo

No me mires así, con cara simulada,
Con esa poca sencillez de idólatra,
Y con gestos de rebeldía esmirriada,
Que revelan tu rostro de incógnita.

Saliste sin disparar ojos al cielo,
Te oí llegar sin presencia que falte,
Tus pasos vi acercarse con miedo,
Y tu respirar vi rodeando las calles.

Cuerpos que se inclinan, miran con disparate.
Se asientan sin conocer, se oyen sin hablar,
Pues uno somos en esta existencia sin escape,
Y Todo seremos si me besas ahora sin mirar.

Lluvia ácida

Gotas de perfume, nubes de color,
Lágrimas que al besar suelo se evaporan,
Pues alcohol del que sale tu olor,
Emana ese inmenso vapor de modorra.

Nubes que se disipan con el vacío,
Te pude ver con gestos equivocados,
Y la lluvia arreció el delirante desvío,
Quebrando estos ojos escandinavos.

Bienvenida la luz que traspasa las nubes,
Venida del sol, el rey bello y copioso,
Parado, te sentí penetrar mis pulmones.
Como columnas de aspecto fibroso.

Cantan cualesquiera de los tifones,
Se unieron los ojos del cielo,
Y gestan pues los bellos embriones,
Que surgieron de este destierro.



El sentido de mi canción

Para ti, esta bella canción
Para tus ojos, esta imagen de furor,
Para tu boca, esta pasión sin sabor,
Para tus oídos, este declive disonante,
Para tus manos, este sentido palpable.

Por ti fue esta bella canción,
Cuantos me miraron lloraron de lástima,
Nadie me aclamó por fea que sonó,
Mi canción y su armonía poco cándida,
Fuertes hacia mí fueron los ¡Oh, Dios!

Me bajaron del telón, como el polvo pesado,
Cuantos se burlaban, me abucheaban,
Cuantos me decían ¡Pobre novato!
Y me erguí sin saber cómo me trataban,
Cayendo al filo de tus pies reprobados.

Levantaste mi ser, mi cuerpo arrogante,
Sucio por dentro, humillado hasta el orto,
Y me sonreíste, con ese bello semblante.
Entonces las quejas me importaron poco
Y me fui a recibir tus brazos radiantes.

De ti surgió esta bella canción,
De ti salió esa pasión sin sentido,
De ti saqué esta pobre creación,
De ti mi alegría fue como el hilo,
De ti logré mi impulso de acción.


Salvación y delirio

Y a dónde partiremos, tras este juego,
violento fuego y voraz que se alza,
en el extremo de tu rostro funesto,
en el interior de mi pavorosa alma.

Partieron los azules villanos, las gotas de anís,
Tú, que abriste el pecho, saboreaste
Esa dulzura, esa sensación de estar en París,
Y añoraste con pena a cuantos amaste.

Y a dónde partiremos, sobre este delirio,
Silente friaje y armonioso que se baja,
En el centro de tus ardientes entresijos,
En el exterior de mis pasiones manadas.

Callaron así los mojigatos, los villanos taimados,
Yo, que oculté estos ojos, sentí
Ese temor, esa angustia de quedar derrotado,
Mas me alzé con fuerza para partir.


viernes, 9 de octubre de 2009

Bello gatito

Terminada las clases, mi familia me esperaba en casa, para almorzar. Yo, como todo niño obediente de doce años, debía ir cuanto antes, si no fuera por un problema: mi amistad con un bello gatito, de color gris, ojos azules y brillantes. ¡Y qué brillantes que eran! Nada más, en las noches, pasaba por la calle, saliendo del colegio, y veía dos puntos de cana brillar con los postes de luz. Corría hacia el gatito, y éste saltaba a mis brazos. Yo lo abraza, y el ronroneaba de tal modo, que hileras de dicha se deslizaban por mis mejillas.
Entonces, un día, decidí llevarlo a casa, para que mi familia lo conociera. Recuerdo que entré, o habré tocado la puerta...
- ¡Ya llegué! ¡¿Hola?!- Debía quitarme los zapatos si no quería manchar la alfombra.
- ¡Dónde has estado, insolente! – Una voz contorneó las cuatro paredes, y retumbó en mí.
- ¡Traje un compañero!
Recuerdo solo que dije que era un gatito muy querido. Más tarde, oía a mi mamá, a mi papá, a mi hermana, decirme zoofílico, introvertido, iluso, tonto, mojigato... palabras que no conocía, escasas para mí en significado pero que podían significar mucho. Aunque, en esos momentos, no había etiqueta que podía lastimarme. Me sentía feliz de haber llevado al gatito.
Al día siguiente, luego de levantarme, caí por las escaleras.
No se qué me ocurrió, ni en qué pensaba. Solo me vi avanzando, como sonámbulo; me sentía como esas personas que flotan sin cuerpo y que tocan el piso, llamadas viajeros astrales. Por poco pensé que volaría, mas aquel golpe en la cabeza tuvo que despertarme de mi ilusión. Mi familia corrió hacia mi, y al unísono ordenó llevarme al hospital.
-¡Hospital, llévense a mi hijo, rápido! ¡Padre cuyo hijo se ha muerto no tiene nombre!-
La ambulancia esquivó a cualesquiera de los peatones que se infiltraban por la carretera. Finalmente, me bajaron del vehículo y me llevaron sobre una camilla hasta la habitación donde me harían el diagnóstico. Me subieron a otra cama, y luego a otra, luego me tomaron radiografías, luego me inyectaron sustancias incoloras, que cosquillas me causaban al deslizarse por mis venas, luego me daban de comer escasamente, luego me dejaban en cama, sin moverme. Acabé, al rato, dormido, y dije que mi primer día en el hospital fue un poco desalentador. Día tras día fue la gente visitándome, entre familiares y amigos. A nadie le hacía caso, los veía entrar y salir como marionetas, que obligados se veían de verme, bien por compromiso, o para decirse a sí mismos “bondadosos”. Fueron los días inertes pasando, uno tras otro.
De pronto, una silueta enmarañó los pasillos, y cuando volteé la cabeza, vi cuatro patas atravesar el umbral de la habitación.
-Amigo...- Le dije al bello gatito. Sus ojos ya no se iluminaban como antes.
El felino se subió en mi pecho, y yo lo acaricié, con felicidad, con alegría, con dicha, cada vez más y más profundo, hasta desaparecer...

Luz que traen los ojos traen la vida, como la muerte éstas traen cuando se apagan.


Al poco rato, mis padres entraron a la habitación donde dormía eternamente. Al parecer, ese silencio en mi cuerpo los obligó a gritar estrepitosamente y a tambalear de llanto y dolor. Qué más espera alguien cuando ve morir a su hijo enfrente de él, y, sobre todo, cuando lo ve morir en manos de un felino de ojos siniestros, que no refleja más que el fallecimiento puro, encarnado del infierno. Angelito de la muerte

Simulación


Tu vida es un misterio, que no me gustaría imitar,
Hay palabras que nunca hablarán,
Colores que nunca pintarán,
Alzaré los brazos para que me lleves contigo.

Se revelan los pedazos del cielo, como besos de cana,
Hay oscuridad que suele iluminarse,
Luz que suele apagarse,
Abriré los ojos para ver la dicha en tu interior.

Marcianos azules, de cuerpos flotantes y miradas grises,
Hay espectros que tocarán la tierra,
Espíritus que se harán mortales,
Expandiré el gusto para chupar este mendrugo.

Además, las montañas se elevan a lo alto, y es que,
Hay pasiones que nunca acabarán,
Sonidos que nunca callarán,
Encorvaré el oído para ser un testigo tuyo.