domingo, 18 de octubre de 2009

La industria


Enciendan las calderas e iluminen el carbón,
Cayentes en tu caldera de penetrante fuego,
De encono y ceguera que emanas con furor.
Deja acalorarte y darte vida con oro negro.

Fuera de aquí, no veo sino un edificio de miedo,
Parado en el pico de un cerro de oscuras tierras.
Y veo, sin embargo, el cielo nigérrimo y burdo,
Apenas recibiendo manchas solares pequeñas.

Calcínenlo todo, y odien a cuantos hicieron litigio,
Trabajen hasta el final, sin creer que hubo un inicio,
Y levantemos este edificio, o nos volveremos carne,
Para ser llevados a la caldera y servir de carburante.

Cayeron pues las gotas de ceniza, y el vapor industrial,
Que todo lo mataba, a las aves y a la alianza clerical,
Organismos de fuego sucio, como objetos de invasión,
Cayeron sin rendir clemencia a la fábrica de la ambición.

Chocaban los muertos opacos, que del techo penetraron,
Los señores se estancaban, y siervos como yo escapamos.
Las columnas de luz fulminaron la industria y las ansias.
Y la industria colapsó, como un ave encogiendo las alas.

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