domingo, 18 de octubre de 2009

Conciencia natura

No vivía sino de ilusión. Un pequeño niño descansaba a la sombra del árbol de copa redonda. Al ras del viento, los vellos silvestres corrían hasta lamer el dorso del niño. Volaban las aves con cantos alaridos, como notas, a distintos tonos y silbidos. Y qué bella proeza que se rendía a lo alto, donde círculos formaban las aves alrededor del sol diurno. Carencia de sonidos, silente armonía, con gritos y gemidos de la natura, son propias de ese estadio, en que el niño se privaba de la industria, de la urbe, de la familia, para, como en el desierto, guardarse un rato a solas. Pues solito se adormilaba, con esa mirada penetrando las uñas colgadas del ramaje. Y es cierto que descansando a la iluminación se llega, y sobre todo, si en contacto se está con el cosmos, sintiendo los alaridos y los gemidos de sensación existencial. Así, pues, no hay accidente que justifique, o al niño, o a ti o a mí, como dicen muchos ateos; somos, en realidad, significados aquí en este significante divino, no por azar, o cuestión causal, no estamos privados de razón, pues la base somos de este lugar, la voluntad que remueve las bellotas y engendra nuevos árboles. Y es que alegre ha de estar el niño, como sabemos, alejado de cuanto le rodeaba, para sentir este instante de paz, de armonía, de profunda intuición, sino de alegría, y Conciencia: definiéndolo a éste, claro, como el hecho de estar en el presente. No concepto que religiones patanes (los sacerdotes) o políticos frustrados (los docentes) usan para hacer mención al espacio que distingue y elige entre el bien y el mal. Conciencia para ellos es moral, o en sentido estricto, ética. Y no compartamos esta idea que carente de sentido está, que resultó de ideales pasados y que en estos momentos no tiene vigencia alguna. Por vez primera el niño, como herramienta alegórica, usó su ser auténtico para captar el instante en que nacía y moría en pos de su respirar, sentir el aire escapando de sí mismo, y la luz calcinando bacterias y creando unas nuevas. Por ello, no importante es la relación del pasado, de cuanto dice la ciencia, la moral, y, sobre todo, la religión, sobre el espíritu y la santidad que hemos de alcanzar. Para el niño, profunda sabiduría privada de conocimientos, supo que vivir en el presente es el verdadero sentido de existir. Es, sin duda, la iluminación.

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